sábado, 28 de agosto de 2010

Filiación.

Estoy esperando acostumbrarme a tener un colmillo creciendo al costado de mi boca. Bajo mis manos para saber donde pueden estar mis dedos, es cierto, la perversión está en todos lados. Y nadie podrá juzgarme, ahora mi razonar brilla puro instinto. Porque estoy armado con garras, por los ojos puedo sentir el filo de las hojas de afeitar, es una intuición del dolor que hace frenar a mi cuerpo, paralizo a mis desagarrados dedos escupiendo sangre. Mi conciencia y mi soledad están trenzadas como vívoras.
Trenzadas como perras estan mi hipocresía y mi sinceridad.
No es indolencia, es el saber de mi filiación con el demonio. La razón por la cual mi piel se eriza disarmónica, desapasionada, a los prematuros aromas primarios, intensos frutos.
Tengo miedo de verte nuevamente.
Y los inmorales hablan del hombre frío. Que tiene el corazón tan tórdido como la piel del fuego que voló.

jueves, 26 de agosto de 2010

Fernando Reyes.

Al galope. Como a un insecto te embebieron alcohol puro, por poros amarillos y con lombrices, que jamás volverán a asomar sus cabezas, colmillos.
Tiempo atrás controlaste toros, salvajemente sorprendiste a caballos, más o menos fuertes, más o menos brillosos, más o menos diestros en acertar el golpe de la muerte.
Como primer arma, desde el inocente comienzo inculpable, hasta llegar al hoy, no fue la desconfianza, ni el viajar a remotos lugares que jamás volverán a la memoria, ni el haber aceptado sueños irreparables.
Solo con tus puños pudiste, podras defenderte.

Ahora lo único que deseas es que con sales te transporten a montes frutales, o retroceder en el tiempo. Para decirle a ese pibe, no pegues porque sí, solo hazlo cuando tus manos necesiten cantar sangre.
Cuantas historias almacenas en tu cuerpo, sos el viejo que se presenta con nombre y apellido, entre una bestial sonrisa, y la solidez de tus tejidos oscuros, de tanta luminosidad y calor.

Él es un castillo, sus extremidades son torres aguerridas, siempre con la vista fragante.
La fortaleza son sus hombros, y de sus puños salen fuegos perennes, que casi nadie ve.

Él es el viejo que siempre llega teniendo por historias puras patrañas, y se aleja rengueando por haber sido un rey.

Hipocóndrico.

Turbaré mis sentidos hasta estar triste, triste. Yo me siento suelto y en un estado de esencial belleza. Después de todo, la tristeza es la belleza más pura que tiene el hombre. Le hago frente al viento que persiste, agarrado a la nada, siempre que esté solo, estaré suelto para transmitir al otro una sensible enfermedad, con tendencia a la tristeza.
Porque hay que tener el ánimo muy ardiente, para desear llegar a viejo, por la sola razón de degustar la última gota de amargura vital. y como la vida nos enseña que la desgracia es aliada de la necesidad y de la miseria, compasivos, recordamos a desairadas noches, por más que hayan sido pocas, en las que hallamos visto a la ciudad falta de electricidad, reflejándonos siempre vampiresa, solemne y antigua.
Hay que cerrar todos los placards y armarios, de ahí viene un frío terrible a soledad que nos atormenta pensando en los demás, tranformando nuestro pensar en un infinito, unísono y llano arrinconamiento contra el abismo, del dormir al despertar, sentir a cada bocado como un castigo de continuar alimentando aquel mundo sin estrellas. Que todo se nos vuelve risible y tan satírico, que resignamos a nuestro espíritu de ver por belleza a aquel perro gris, pero gris de arrastrar el culo, de rascarse sarna hasta lamer carnalidad, de alimentarse de aquel que hace poco ladraba junto a él.
Belleza artística es verlo podrirse en aquella banquina y seguir, total, el infinito descampado ama a las moscas.

domingo, 22 de agosto de 2010

Mientras duermo.

Mientras duermo hay silencio, oscuridad. Mientras duermo un auto pasa por la puerta de mi casa. Mientras duermo un trueno suena más fuerte que otros dos, o más cerca de la ventana. Mientras duermo canta un gallo, sí, de noche. Mientras canta llueve. Truena y al igual que el cielo el gallo desespera. ¿Que raro, que otro animal canta? Se dice del delfín, los pájaros. Que raro que llamen canto a esos descuartizados gritos en medio de la lluvia. Los truenos lo acompañan, se acoplan. La tormenta detrás de la ventana es intensa. Llueve. Mientras duermo otro motor se eleva y vuelve a disminuir su sonido por la puerta de mi casa. Mientras duermo hablo inentendible, reclamo algo, con angustia, trato que me entiendan en el medio de la noche, es como una lucha contra mí mismo, en la oscuridad. El tiempo pasa, la noche transcurre, el gallo no vuelve a cacarear, llueve toda la noche, los truenos desde lejos explotan. Y otro auto acelera. Mientras duermo me muevo, me acomodo, no escucho a los truenos retumbar cerca de mi casa, no percibo relámpagos alumbrar la ventana de mi habitación. Tan antiguo como el cabalgar de un carrero es donde duermo, al mojarse, perdiéndose en la infinidad de un espejo retrovisor, de la noche. Mientras duermo no pasa nada, quizá porque no es sábado ni viernes, solo hay gente que duerme, gente que viaja de noche. Mientras duermo los colectivos comienzan su recorrido y más motores suenan, se cruzan, alumbran lluvia. Mientras duermo la noche no es silenciosa; los truenos, los gallos, el agua caer sobre toda intemperie y vehículos.
Mientras, duermo.

martes, 17 de agosto de 2010

En el dulce fuego.


Como a un gorrión por la lluvia de era mañana, me duele querer permanecer a tu lado simplemente para demostrarte mi sinceridad, callar para que creas que digo la verdad y además como un gorrión descariñado por la lluvia de esta mañana, me hundo en el colchón hasta que quede mi imagen en él. Suena inmenso pero no hay nadie más que yo en este lugar, y como un animal al que no la percibe, a la oscuridad no le temo.
El sol está llorando, porque develar el secreto que en otras épocas fue tabú, es verdad. Los sueños como trapos se dehilan, y me siento adulto porque ya no me escondo más.
Laberinto.
Cuerpo.
Llora.
Despierto.
Soplo.
Agujas.
Viento.
Ojos.
Desvaneciendo.
Volví a escuchar radios de casas vecinas, a pájaros de lejos sin poder diferenciar a sus alegrías de tristezas. Al atardecer la luz natural, cayó sobre las paredes hechas de ladrillos, y te vi al aire las piernas.
Todo el desamor que pueda sentir lejos está, por más que me desamore todo lo que hagas. Las flores de lejos son luces a las que podemos soplar como a velitas de tortas.
Fantasía de limón, tengo el corazón partido y estoy loco por decir: te amo.
Como un gorrión descarnado por la lluvia de esta mañana, sin darte cuenta quedaste toda la noche acurrucada en un rincón de la cama. Noche de licor.
Y hoy recuerdo que hablabas para no llorar, que reías para no besarme en el dulce fuego de la angustia.
Por un momento creí que se me caía la cabeza, no, digo la puerta. Fantasía de limón, mi alma pesa.

Bajo una estrella azul.

Vivo bajo una estrella azul, sobre un fuego verde. Por miedo o por odio no respondo de todas las noches que provoque el daño irreparable.
Tengo tanto tiempo para contemplar la llegada vespertina de las almas del amor, que luego me iré a dormir aureolado e ignorante como un angel.
Tu aire es tan triste que cada vez que te veo sonreír, quebras mis esperanzas de coronarte. Me hiciste tenerte asco, a partir de ahora me condenaras a amarte sin sentido. Domado por el mar, acostumbrado a ser libre y no poder destruir, por tus huellas de ida, distante mentirosa enfermedad de creer volverme loco.
Me recuesto en el sillón de pana, apago el velador, toco mi cara hasta sentir alegría. ¡Que contento estoy! Dilucidación, alucinación, condenación. Horizonte, cielo, mar. ¿Quién puede buscar mayor exuberancia existiendo semejante inmensidad?
Sos un animal que va largando ese olor, me va a ayudar a no temer ser comido por las aves, a definir al delito como un acto de noble necesidad.
Embravecidas nubes blancas en el cielo negro, sigo siendo humano por más que aborrezcan las marcas que deja la nebulosa, viajera arena al ras de mi piel.
Perdona, no puedo hacer otra cosa que no sea mundano. Estoy preso en el mundo, listo para ser deshumanizado. Y anormal.

sábado, 14 de agosto de 2010

Un dardo.


Como a un tren de pasajeros veo al de carga, y lo saludo.
Me gusta sentir las despedidas y el roce de las puntas de los dedos que jamás volverán a tocarse. Es tan sabido lo deleznable y poco duradero que es todo, que chispas de exultación saltan por todo mi pecho, y por la planta de mis pies. Gozo cada vez que doy una media vuelta, y comienza a ser mi espalda la que se encarga de decir hola por siempre.
No es que tenga al espíritu falto de gracia, o tan insípido, como para no reconocer la diferencia entre una catedral, y un bajo nivel para que cruce el tren.
Yo no tengo espíritu, es por eso que me sorprende la manera en como soy ahora, nunca imaginé que la gente pudiera recibir tantas dichas por noche y yo solo mirar, no, no confieso nada, es solo la realidad, el poder... el poder de desilusionar. Llegué demasiado lejos, jamás tendría que haber salido de casa.
Con la sangre borracha aborrezco, odio y río, atravesando inviernos, de noche, en tu casa, por bares, o en cualquier estación ferroviaria; haré crecer mi panza hasta que regocijantes rollos cubran a mi ombligo y enjabonarme, y gritar con los brazos extendidos. Y buscar lo puro con dardos en la mirada serca mi pertrecho.

Total, ya me acostumbré a estar cercado, vedado por la ley de esta vida, por no ser perro.

miércoles, 11 de agosto de 2010

A la cariñosa.


En la mitad de un trago, en la mitad de tu mirada, sin saber para que lado es el correcto, en la mitad del camino, de una herrumbrada vía, quizá, donde los durmientes son cubiertos por silenciosos vientos, en la mitad de mi vida, quizá, en la mitad de la nada. Una palabra incompleta, incorrecta, y el silencio de un sorbo de vino, de tus párpados al bajar, de unas cuantas vulgares, pero hermosas flores que guardo bajo las axilas. Estrellas azuladas.
El finalizar un disco me hace temblar, y únicamente tus labios al temblar me dirán lo que piensas. Luego de cuantas reverencias, deshonras, penitencias, burlas, cuantos sacrificios enjuciables deseas, para decirme la verdad.
Con los dedos, la sonrisa, y la intención de seducirte, momificado. Mi corazón es un cautiverio de adrenalina, indolentemente eterno, para siempre diluvioso carmesí.
Por ventanillas nocturnamente cegadas, sin importar el destino, ni la hora, campos o ciudades. Seguiré buscando a la cariñosa que me acompañe. Con los pies inutilizables por calientes ampollas, con espinas, o vidrios de botellas rotas. Con la templanza abominable y dientes amarillos, seguiré buscando a la cariñosa.
A aquella que sepa sedarme, hasta que amaneceres frente al mar sean nuestra única alba inexistinguible. Y nunca, jamás vuelvan a temblar nuestros huesos.
Por siempre a la cariñosa, solo ella no cesará de construir la dosis necesaria. Será como viajar en avión, en tranvía, en naves interplanetarias, por laderas nebulosamente rojizas, hendidas por el sol, apartando toda opacidad, con la mira en la transpiración que unifica nuestras manos.
Buscando a la cariñosa, que sea aquella que sepa interpretar un cuarto de siglo, un pasado fortuito, y un presente con menos gracia que despertar calzando por semblante una incandescente espada por mirarla.
A la cariñosa la comeré, para aprender a moderar a la cautivosa adrenalina de mi corazón, para aprender a moderar silenciosas palabras, para sentir en mi paladar el elixir de la dosis necesaria, para aterrizar sedante como una pluma.
Mientras ella me acompaña.

miércoles, 4 de agosto de 2010

El anden.

Un reloj,tachos de basura, columnas pintadas de naranja, asientos de cemento, puestos de panchos, máquinas que con una moneda se obtiene gaseosas pero que casi nadie usa, palomas, vendedores, ambulantes, suciedad, cabezas, blancas, calvas, femeninas, ancianas, masculinas, con gorros, obreros, damas, señoras, señoritas, blancas, esbeltas, estudiantes, ese techo está hecho para la eternidad, como los subterraneos, túneles maravillados por ratas, lauchas, cucarachas que tiemblan al pasar cada subte, otro túnel, hacia otra estación, aquí abajo se detiene el tiempo, excepto para los pasajeros que solo piensan en obligaciones, y en que ya llegará el día en que todo se vendrá abajo y morirán los puestos de diarios, y los carteles de la presentación del circo que viene desde Moscú.

Tan cerca de las paredes, tan rápido, en las puertas, claridad, oscuridad, claridad, oscuridad.

Boleterías, mendigar, embarazadas, despeinadas, me mirró la puta, tan pura, a esta hora es mucho más triste, alejémonos de las luces, dejemos atrás a la ciudad, sus perros callejeros y niños jugando a las bolitas.
Al lado del linyera nadie se sienta, tiene cáscaras en las piernas, a mí me da asco pero ahí estoy, sentado al lado de él, para demostrarle quie no está solo, trato de no respirar.

H dice todo que si.


Miraba, percibía por ventanillas rápidos temores, sucumbían a sus inquietas pupilas flashes nocturnos en pleno día, atroces manos con dedos gigantescos arañasgueaban con cada parpadeo más y más ligero. Descoloridas visiones lo deslumbraban, y bailaban veloces venas por sus piernitas adormecidas, todos pedaleaban desde el perdido calor de cada asiento, y él calculaba inquietantes llegadas imaginarias, dejándolas pasar. El tiempo se escurría tenso como cuerdas de ascensores de hace cien años. Subía, avanzaba por desconocidos lugares, creía llegar a miradas serias como después de haber jugado con risueñas cicatrices abiertas, entre renqueos quejumbrosos.

Consideró que lo más apropiado era seguir viaje.