martes, 30 de noviembre de 2010

El deseo.

Sujetado por visiones y recuerdos sin imágenes, alguien llora por última vez, por la sorpresa, por la culpabilidad de ser inocente. Y así haber dejado atrás un amor, que vuelve a ser libre, y que ahora anda desajustado y en libertad.
Para que vos quedes ahí tan trémola y enamorada. Por eso no iras a la carcel, solo buscaras una explicación que calme.
Inimaginable y sola tratando de reír, bailar te veo, tratando de sentirte mejor y mejor. Nosotros reímos pero solo de borrachera, solo también cada uno de nosotros, pensando en la felicidad que nos corresponde, y no nos damos cuenta de la multitemporalidad que se entrecruza en nuestros corazones.
Lo único seguro es lo irremediable de nuestro interminable deseo. Él es el único culpable, él es el que nos hace sentir corazones insatisfechos, para toda la vida, el deseo, si por una manta oscura pudiera ser cubierto.
Pero es imposible, a sus rayos nada los vence, el deseo es nuestro sol, y dependemos de él hasta desear la muerte.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El hombre.

Pensando en que lo deparará el destino, su futuro, su virtud de solidaridad teniendo que dar no más que las gracias por todo, desde siempre y hasta cuando.
El hombre presiona cada tentáculo contra su cara, como una máscara que lo aprisiona para la eternidad, perpetuo de no querer ver a cada tentáculo como lo que son, dedos, su vista está libre y así le dice a la pared: "¿Que voy hacer de mi?"...
¡¿Pero a quien le habla este señor?! A la blanca pared, horribilidad oscura, hacedora de desmoralidades que son inconfesables, solo ella escucha entre silenciosas riadas.
"Desdibuja esa sonrisa, te lo pido por lo que más quieras". Dice el hombre todos los días a la misma hora.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Vacío.

Estoy viendo a tu cabeza de hada violeta, te acaricio y veo a tus orejas, pequeñas, toda una noche vos ahí y yo acá, no sé si por el veneno de la alta hora que ya no volverá, o en verdad de tristeza tuve ganas de llorar.
Vos sos mi santo, nada más natural que tus cabellos, porque no necesitas de perfumes ni de maquillajes, sos como bajo el agua o como cuando dormís.
Expresas una seguridad sobre tus piernas que a todo lo dejas cristalizado, admirado, sereno, viéndote imponente pero nunca desde abajo, sino, desde un martirio que busca paz, por un alma que vibre como víboras, para que en noches frías me acobije tu mirada.

domingo, 14 de noviembre de 2010

En mi vagón.

Soledad en colectivos, todo el mundo está solo, también en aeropuertos sin saber que dejar, sin saber que olvidar, siempre acompaña la melancolía y la triste desazón de perderse y volver llorando. En cambio, no están así los que viajan acompañados, ellos mienten porque emplean comentarios ficticios como: ¿hoy lloverá? Ellos se dirigen a sus puertas despejados, olvidando las miradas desoladas que los envidian.
Todo el mundo revisa alguno de sus bolsillos, curioseando pelusa con las puntas de los dedos índice y meñique, saborean el retorno a la almohada que los abraza para sentirse acompañada una noche más. Cada uno de los pasajeros se observan mutuamente, cada respiración, cada bombeo azaroso, y cada tanto un suspiro. Ellos se disparan, se acribillan con líneas muy punteagudas, para amarse y reconocerse el uno al otro. Identificándose la misma pena de ayer, el mismo dolor de espalda, el mismo desamor. Todos viajan multifrustrados, yo me doy cuenta porque ya nadie sonríe por algún chiste que haya vuelto a la memoria, ni por la cara del otro, todo el mundo solo recuerda pesadillas y siente lástima por el que tiene enfrente, y a su vez se ve reflejado en aquel que metamorfosea el llamado a la muerte, por culpa de su desdicha.
Tu vestido floreado, gris por el uso, huele a la misma lluvia humilde que no me detiene hacia el asesinato. Humillante es no reconocer las delicias de la vida, lo que pasa es que muchos lloran, y se conmueven tres veces por día, siempre mirando televisión.
Que triste es ver a través de esta ventanilla, si, hermosa acompañante incondicional pero perturbadora de mentes agobiadas como la mía, que ahora mismo se dirige hacia el exilio de la realidad marchita. Me voy a hundir en un sueño maravilloso, donde quizá aparezcas con tu mismo vestido floreado, donde me trasnforme y me encierre para siempre tu monótono NO. Y quede insondable sin ancla entre tus dientes.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Todas las palabras.

Tendría que tener todas las palabras dentro de mi mente, y no las tengo. Tengo únicamente una lapicera en la mano, y la seguridad de que solo quiero estar a tu lado. Desde ya que se trata de una emputecida idea que no puedo desunir de mi alma, creo que eso es lo que pienso, y trato de razonarlo sin palabras. Mentira, mierda y más mierda es lo que precipito de mis labios, para que la destrucción sea más leve, por el detrimento del otoño que tan apasionado me resguardó de la caliente beatitud.
No lo puedo creer, en solo diez años pasé de los veinte a los teinta, y solo descubrí que el tiempo es insalubre cuando no estas. Eso solo. Cuando tengo los ojos avidriados, y no me deja de sorprender mi predisposición para habituarme a dormir entre la sangre de mis días, mis días, la melodía mínima de no saber de cuantas maneras diferentes uno puede quedar inmovil, desde cuantas partes la fuerza sostiene el dolor de nuestro cuerpo para no movernos. En mi nido la oscuridad es la única que me acaricia, caundo la noche regresa semicerrada, semicerrando la oscuridad a mis ojos, me toco partes desconocidas de la cara, me descubro huesos. Mierda y más mierda vuelvo a repetir, mi oscuridad no traspasa tu luz, pero tu luz si trapasa mi oscuridad. Ahora ya lo sé, todo es por eso.
Mi tierra es una nube deshabitada, mi futuro es el mundo de la carne inhallable.
Ella no me escucha cuando abro los ojos, ella es una mujer nocturna espiando a mis ojos escondidos, ella duerme en mi camino, lo sé.
Un tranquilo descenso del vigor espiritual, no me recupera, por eso me elevo de la cama, decido bajar los pies de la cama, ya que semidespierto aprendí a defenderme con espadas de hielo. Avanzo con cautela, con los brazos extendidos hacia adelante, todo se aleja y la perilla de la luz desaparece, la oscuridad es infinita y melodiosa. Vuelvo como todas las noches a contemplar la luna, aunque sea, levanto la vista y listo, pero miro hacia arriba, al oscuro cielo, ya que es lo único que compartimos, al infinito cielo, sin horizontes, es nuestro, de los dos.

domingo, 7 de noviembre de 2010

lunes, 1 de noviembre de 2010

El pibe que se cayó en un pozo.

Hacia arriba veo un cielo muy celeste y rápidas nubes algodonadas, y a los pastos que bordean al agujero, a esa boca que me engulló sin saboramientos.
¿Si me caí? Si, creo que eso fue lo que me pasó, me caí, lo que no sé, hace cuanto tiempo estoy acá, no logro escuchar a nadie, si presto atención me puedo llegar a dar cuenta de un viento que aúlla a lo lejos, como los de aquellas películas donde muestran a un pueblo desolado, fantasmal, de esos pueblos que por más deshabitados que estén a medianoche siempre cencerrean unas campanas. Pero a mi no me preocupa, en cualquier momento llegaran todos, si, todos, me refiero a los de la televisión y demás medios de difusión, todavía es temprano. Parece que recién me he caído. Allá arriba se ve un día espectacular, deben ser alrededor de las doce del mediodía. Desde que abrí los ojos no dejé de mirar hacia arriba, y no me di cuenta, no presté atención de lo extraño que es este lugar, en verdad, es cómodo, estoy acurrucado y algo cansado de esta posición, como si hubiera pasado la noche en este lecho. Tengo ganas de levantarme y caminar, de volver sobre las huellas que hice de ida. Debo tener a las carnes amoretonadas, aunque tuve suerte en que no me doliera semejante caída, estoy como a unos siete u ochos metros de profundidad, y las paredes son rocosas y difíciles de trepar. Este siniestro agujero es como un maldito embudo, en el que no puedo cambiar de posición, estoy como en un mundo prenatal, por lo menos, hasta ahora no tengo frío, no tengo calor, no tengo hambre, no tengo ganas de orinar ni de cagar, todo está muy tranquilo, y arriba el celeste del cielo es perfecto, plano, como cuando en una pintura no hay rastros de la pincelada, como si jamás haya existido aquel trazo, es raro, lo que más me llama la atención, son las increíblemente bellas nubes, viajan tan parejas, aparece una y luego otra, una atrás de la otra, son todas tan iguales, como si el tiempo no avanzara, como si existiera otro tiempo, uno antiterrenal. Estoy tan seguro de lo que veo, por la tenue luz mortecina que me rodea las manos. Me restrego los ojos, quiero ver que pasa allá arriba. Me sorprende el no haberme fracturado ningún hueso. Pude sentarme y veo a mis rodillas, a mis pies descalzos, estoy limpio, tan limpio como un bebé perfumado. Debajo mío, observo el suelo cubierto por una cosa mohosa, como a una alfombra lo siento, lo siente mi piel, la tersura de mi piel desnuda. Porque estoy desnudo en esta interesante catacumba, nunca antes había estado en un lugar así. No dejo de mirar tenazmente hacia mi ventana, a mi nueva ventana, estoy esperando a mis quince minutos, me estoy aburriendo de esta penitente espera, bueno, como toda espera, se vuelve desesperante, lo que se espera, ah, sí, el rescate, mi salvación... Pero que tontería, no me di cuenta de gritar, avisar a gritos de mi existencia, alguien tiene que pasar cerca de este agujero de la muerte, alguien que se píe de mí. ¿Cuánto tiempo más voy a estar en esta fosa? Y arriba sigue todo igual, todo tan igual como aquella luz vivificante, que me hace dar cuenta de que no necesito ninguna otra cosa. Es tan raro estar aquí abajo, es todo tan raro en este lugar, estoy perdido en los días, me doy cuenta de mi bestialización, escucho a la animalidad de mi lengua, no sé como expresar lo que pienso. Mis pies están limpios, y de golpe tengo claridad en las palmas de mis manos, y estas paredes son la cosa más suave que rocé. Lo único que sé, es que tuve que abrir los ojos para darme cuenta de donde estoy, de quien soy, o mejor dicho de que existo. Son nubes todo lo que pasa por mi ventana, y son hermosas amigas, a las que quiero mucho, no, mejor dicho, son como hermanas a las que conozco desde hace mucho tiempo.
Aquí la verdad es que me siento abrigado, nidificado, no sé porque alguien se tiene que enterar de mí.

miércoles, 27 de octubre de 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

La vida.

Sigo con extraños malestares. Debo tener algún nervio enclaustrado en la boca del estómago, que no me deja evocar hechizo alguno para animar ebriedades.
Sé hacer trizas momentos irrepetibles, lo llevo innato como la enérgica sangre de mis brazos. Pero te capturaré como a un relámpago que guardo ya hace tiempo en un frasco, porque no todo me es desmerecido en este artificioso letargo, de no poder dormir esperando escucharte golpear mi ventana, verte aparecer por esquinas desoladas.

sábado, 23 de octubre de 2010

Saltimbanqui.

A los alquimistas medievales, que en sus laboratorios descubren o inventan el elixir salubre, he mezclado sustancias que mi cerebro aún no las ha incorporado imaginables. Cautivador digo cosas con la mirada de perro incomprensible. ¡O causalidad! Se trata de aquellas noches de inconciencia, como cuando hasta cierta edad la memoria no cuenta.
No puedo creer lo que ven mis ojos, ciudades nubarradas se edifican ante mí, inmensas y listas para ser saltadas. Las mujeres se adornan para durar así infinitamente, provocan tal intensidad que oscurecen la atmósfera. Muchas de ellas tan femenino y sobrenatural, nos engañan, tan ambicioso e individual, que confunden y dañan.
Lo embellecido es mentira, como lo es una pesadilla llena de desfiguraciones faciales. Uno nace ciegamente entregado, desdeñado a carnes rojas y crudas en busca de pasiones, sin interpretar, que únicamente nos fecundan para dirigirnos derecho al pantano...
Bromista embriaguez que todo lo envuelve risible. El acróbata de los sueños, no es soñado, es real, y a los aletazos no le importa caer con los brazos hacia arriba.
Luego de tanta magnificencia, por abandonar con los ojos lo que conmueve, y dedicarme a buscar sorprendentes plumas de colores. Un día después, el dolor es tan intenso que me duele todo el cuerpo, menos el corazón, lo tiraremos a los tiburones. Que nos duela la piel, por sentirnos en el desequilibrio de estar toda una noche con los ojos cerrados.
Adormecer atenazados, gracias a la compasión de efervescentes duendes, para frenar a los resortes mentales, así una vez despierto, no reconozco a los que veo en sueños.
Porque la duda del recuerdo, salva al culpable.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Me rasco.

Me rasco el culo cada quince minutos, me duelen los huevos de estar mirando el culo que tengo enfrente, donde sea, siempre hay uno meneándose.
Frígidas y ninfómanas lo endurecen cuando lo chocan contra otros culos diferentes, y sienten ese abatamiento cerebral, por no entender acerca de aquel sudor a lo largo de sus cosquilleantes espaldas. Tensando a las pestañas postizas, sin soslayar, anonadan al monstrísimo sol.
Desde sus pétreas pupilas, amedrentando toda formalidad, total, en las puertas de cualquier edificio público, infinidad de perros chupan y succionan los genitales de otros perros, se olfatean unos a otros.
Sin girar, como hace un siglo, cerca de mí, tan cerca del desconocido con involuntarias sospechas, recíprocas, recíprocas, recíprocas.
Son para mí, seducciones puras, brutas sensaciones que renacen de lo más interno, en los transportes de carga humana.
Como para tener desaforadas ganas de gritarle al de al lado: ¡Te quiero más que a mi mano izquierda!
Enrollada, zanahoria, ninfa dorada, pestilente entrepierna, labios de miel, puta de mierda, de juguete, de banana.

lunes, 4 de octubre de 2010

Un sueño por purgar.

Cansado de afilar a mis uñas como a mis pensamientos, cual lecho haré trizas por eterno, nunca por claustrofobia ni necedad, desairada sima. De la que ya me acostumbré, lleno de secretos, cajones y paredes que me leen infinidad de elocuentes e irrepetibles frases para enamorar.
Subo de largas noches desorientadas, vidriosamente rotas, vuelvo como cucaracha para refugiarme del sol bajo macetas. Por una fresca mañana, debilitado, sin que nada importe, porque para sonreír no tengo fuerzas. Solo siento que llegó la hora de soñarte, por más que ya no haya estrellas. Te sueño fija hacia mí, pero por más que tenga al pecho hinchado de pena, no me es menester de lágrimas alimentarme.
Un presentimiento certero, ¿o no diferencio flores naturales de artificiales?...
Como lo peligroso del abrumado cuarto, éste me representa, siempre, el placer que cargan tus ojos. Nunca dolor ni malestar, sos la diosa del placer, sos la placentera vida de la perdición. Presentí la vagabunda nada, necesidad de recostarme y hacer descansar a mi cadaver, para que mis pulmones dejen de temblar.
¿Donde estas eslabón que no te puedo hallar, en que paseo, conversación, miedo, edad, te perdí, o te dejé pasar? Que ahora desespero haciendo real resucitadas imágenes y un solo pensamiento, que ensucia a mi frente altiva y conciente, me manipula, me tortura con calientes derramamientos de imágenes indeseables. Me despierta con huellas del pasado que se adueñan de mi ilógico presente, utopía candente.
Con las pupilas imantadas a la imagen de verte flotar desde una orilla a otra, no la perderé de mis recuerdos, no la extinguiré entre sueños, ni en vigilia, como fotografías superpuestas para suscitar sensaciones alucinadas.
Los sueños de tu presencia me persiguen suaves y perfumados, reales e inconcebibles, días enteros me perturban sin poder verte, sin querer, viendote. Me debilita por ir a buscarte, hasta que amanezca frente a tu puerta por esperarte.
Los tiempos no llegan a bajar el telón de desdramatizar la crueldad de tu sonrisa, olvidar la perra hambrienta de una larga vida. No llegan a bajar tantos secretos a la tumba, sabiendo que lo único que es para despojar en vida son súplicas, súplicas, las mismas de siempre.
Lo bueno de subir por esas noches, es para dejar de regirme por el tiempo, a esta altura de la vida ya no importa si sale el sol o la luna, solo dependo y decido si dormir o moverme, a traves de la tristeza.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Cenizas.

Un gato vuelve y desaparece con su vestido luminoso.
La seda son tus mejillas y jamás voveré a acariciarlas, lo sé. No te molesta que permanezca a tu lado, claro, el privilegio es mío.
Soy un hombrecito cementado, preguntando ¿Que hago? ¿Que hago? A veces vuelo por mi habitación y obtengo movimientos que nadie verá.
Protegido por el hombre sombra, todo queda más allá, las aves luminosas pueden revolotear alrededor de mi cabeza. La maldad no cabe en mí, es por eso que la llevo sobre mis hombros, enraizando venas a punto de reventar después de tanta agonía solitaria.
Hay que levantar la vista para darse cuenta que la luna es el sol, es por eso que vos crees salír de noche y yo de día, ¿será por eso que nuestras miradas no logran enfrentarse, y que nuestro rumbo paralelo es una equivocación?
Estoy, ¿siempre en primera persona? Cuantas preguntas.
Estoy guiándome por la luna, me interno en nuevos días, y cada segundo son mil kilómetros por hora que me alejo de vos. Por espumas que hacen ruido, necesito de tu cuerpo inmune. Libre por ser alada, te libras por ventanas llameantes hacia campos cenicientos, pero ignoras que todo aquel que haya tropezado en mi camino, jamás pudo olvidar mi tristeza, irritabilidad, eforecencias asilvestradas que me infectan desde hace ya mucho tiempo.

Plenilunio.

Tenés belleza en el espíritu de mover la pieza correcta. La serenidad a tus pies, por la constancia de aprender interpretar un sueño difícil de soñar.
Tenés inmoderado poder de proteger al ser más animal y desahuciado. Hopitalidad en la cuenca de tus manos, al humanizar con cada lágrima a algún perro tirado.

Sabes reír y responder a cada mañana con un inmanente estado de ánimo, para abandonarte a las fantasías como cuando estuviste sola con tu cuerpo, o para llamarme a media noche, porque hay películas que ayudan a ser más sinceros.
Te gusta contemplar lo incomprensible y en lo posible cautivarlo con palabras y cerveza, y bailar como una inentendible noctámbula, veo pasar la luz de tus pasos por debajo la puerta, por plenilunios ventanales atravesar certezas.

Perteneces a lo extraño, como lo son aquellos días en que nuestra sangre juega carreras por el filo de la alegría, extraños y tan reales que podes pasar desapercibida, o tan inmanente ante la desconfianza del ajeno.
Vamos al juego, esperando desde la punta de tus moderados dedos, la eterna remanencia de tu inquebrantable juicio. Porque cuenta solo un deseo, y el intempestivo pudor, que desepera a todo tu cuerpo por enrollarlo del papel más higiénico.

La enceradora.

Con la cabeza absorbida por el zumbido de la enceradora, el sonido de este artefacto me hace caer en ensueños llenos de beatitud, es agradable como se me irisa la piel al escuchar esa música mínima en variaciones, falta de compases. Dejarme hundir por ella es como viajar, aflojar mi mente con cosquilleos, y que se me escapen suspiros de imaginación. Abandonarme en una languidez muscular, y que la voluntan se exprese solo a través del deseo...
Estando despierto, y con los ojos entrecerrados puedo armar los sueños más plácidos, consta solo en querer volar, anonadando ángulos, paredes y techos ordinarios como al primer parpadeo del recién nacido, sin artificios venenonos. Es ese ruido, increible, y lo es más porque nadie, nunca, jamás me hizo algún comentario al respecto. Pareciera como si yo solo pudiera disfrutar de semejante sensación. ¿Que bueno!

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Indestructible.

Ahora pienso que esa mujer no solo mira humanamente, porque para cuando aferra la nocturna esencia, sentirá la interminable ensoñación de ser espacio, de viajar como el rayo, y de observar como solo los felinos pueden hacerlo, al acumularse aquellas cenizas transformándolo todo en enmarañamiento.
En esta naturaleza que no te es desconocida, estás preparada al saber que nuestros sentidos, se hacen visibles al golpe del dolor. Entre la nubosidad del camino gris, buscas abrir la pureza del aire que te inmortaliza, al escuchar los primeros cantares del amanecer tu piel canibaliza, y tu risa luciferina hará a la hiena dejar de reír.
Para cuando la indestructibilidad condene, más del amor dependemos.
Eterna, desenmascaras al viento para revelar lo verdadero.

La canción de los animales.

Hormiga fea.
Cucaracha fea.
Dormiste fea.
Cangrejos feos.
Gatos lindos.
Ratones feos.
Si no siento borrachera, es solo alcohol en la garganta y en las sienes que no me dejan dormir. Un sábado a la noche y un ventilador es la salvación, me refresca la nuca.
Ya no subiré ni un escalón más. Están demasiado altos, o me achiqué deamasiado como para seguir ascendiendo.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Muchacha natural.

Sos tan salvaje como un bebe, como para sostenerte y mecerte alto, pero sabes correr, transformar cada momento en mágico.
¿Que tan grande es tu mundo, cuantos colores abarca?
Aparentas toda deamasiado frágil cuando nadie te rodea, cuando el sonido de cada pisada toma color entre los objetos de tu casa.
Un aliento de tus ojos y me contamina la vida, de flores y atardeceres en paz.
En ese lugar donde risas que no me pertenecen salen de mí, tus ojos del espacio sabrán explicar el mundo, porque con cada paso que das, con cada movimiento que haces, simplemente construis aquella belleza que el hombre nunca podrá.

Sos la gravedad que me sostiene cerca de la sensibilidad.

La lluvia y la moral.


Como moral, necesité absorber de todas las mañanas, de todas las tierras. Respirar de todas las raíces y mirar hacia el sol, hasta que te conocí. Luego solo tu lluvia me hizo falta.
Sigilosa y exuberante así es tu lluvia que me ve como si no fuera yo, como si vos fueras otra. No me confundas entre muñecos. ¿De donde viene esa lluvia? No lo sé, seguramente de la droga.
Imagino verte, pero solo son manchas en el vidrio.
Tus suaves sombras me persiguen entre tinieblas. En cada persona te veo, vos no lo sabes, pero muero de celos por cada hombre con quien enteblas conversación, mataría a todos con los que hablas. Te espero, porque de nada sirve desear encontrar a otra como vos, porque lo esencial es tu alma tan inmaterial, que sigas siendo niña, y por más que hayas perdido la inocencia, que sigas desesperada por jugar hasata morir.
Sobre todas, tu presencia me atrapa. A la gente la veo venir e irse, pero, sobre todas tu presencia me atrapa.
Tu lluvia es una pantera sedienta, madura, una desprotegida madre, mostrándome tu semblante la necesidad de querer experimentar intensidades nunca antes gozadas.
Te hundís en el cemento y estás dispuesta a que todos te pateen sin pena, cruzas la calle sin mirar hacia ambos lados, sin miedo de ser atropellada.

No todo lo invento, la señora lluvia me atrapa para llevarme a sus pies, es un placer extraño y sublime, como novedoso, no puedo dejar de disfrutarlo.
Caminaré desnudo por toda la casa, y alejarme es lo pretendo. Estoy desnudo, destinado a caminar así por tu lluvia. Ella es la que se mece y yo con ella dejo de ser hora, vidrio, paredes, seducción, destino, silensio, deseo, nada.
Cierro los ojos y comienzo a bailar ante todas las que me dejaron, amaron abandonado.

Porque tu ternura es el despertar, que mi piel te imite hasta sentir tu frío.
Porque tu ternura es el nacer, cuando las hojas bajo el agua son pájaros que cantan sin identidad.

Truenos o motores los confundo, y me sucumben cuando pienso en cual otro fin de siglo, habrá existido como límite de la realidad la señora lluvia. La tierra es mi camino de piel, que no me deja controlar mi voluntad avasalladora, de no importarme nada, y continuar desnudo y despreciado por pretender lo imposible.

Azulina esperanza de despertar y cincelar almas dormidas, auras descoloridas, para poder entrar donde hay fotos de quienes ya están sin vida.
Ella tiene que ser sagrada como la mejor moral, pero como siempre será sexo llovido, la joven acostumbrada a cantarle a la muerte. Porque su cerebro ya no recibe órdenes. Tragando lágrimas veo su cara, más tierna que el mar al escucharlo enronquecer a mi lado, es ella al sonreír por no quererme. Con el trepidante corazón aceleradísimo me desmoralizo como montañas de arena.
Pero como lo justo es algo relativo, no hay venganza ni perdón. Ella será siempre así, y me conformo con lo el solo hecho de pertenecer a los no enterrados. Por más que hasta el fin me afecte todo tu pasado y futuro, todo lo que te pase, señora extremista, lluvia autodestructiva.
Aunque, no menos que yo, que como un perro a otro, así le ladro a mi pobre alma.

jueves, 9 de septiembre de 2010

La reina de la oscuridad.

El silencio no hace más que cambiar unas horas por otras, transformarlas en tempestuosas humosidades. Eso me hace ver lo real y verídico que es tu reinado, y el grave error de suponer de la mujer una frágil irrealidad.
La reina de la oscuridad exhala amor de insecto para bajar a los infiernos. Provocar ganas de matar, tan solo por pensarla sagradamente excitada. Desvelo de pesadillescas femenidades latiendo con todo su añorante pudor oloroso. Desvelo por el poder de sentir la gloria de atraer a su propia sustancia asquerosamente rica, hasta mis ojos, para colmar el nadificante sosiego en satisfacción.
Tenerte tan silenciosamente cerca y no poder aferrarme a tu distancia. Me hace sentir un frustrante bufón. Mi reina, por callar y que ni las palabras provoquen la ansiada unificación de todo el calor, y la angustia erótica que nos rodea.
Sos la reina por querer encubrirte de noche, y seguir buscando alegría en lo profundo de cualquier deseo. Por el placer sagrado de meter la mano donde ya no se puede ver, y engullir sin piedad la cosa más oscura.
Sentiré ser tu bufón por creer que nada cambiará a la ingenuidad, y no aspirar más que a ser feliz será mi condena, un constante vagabundear del deseo, entregado particularmente a los de la sensualidad, dejo que mastiquen mi cerebro. Cruzaré toda la noche hasta sentir desorden en el cuerpo, por seguir vampiros de fiestas, a la mañana gatearé hasta la ventana más próxima, y contemplaré las marcas con la mirada de un espejo roto. Y solo me preguntaré ¿para que sirvió? Su reinado es de humosidades tempestuosas. Concluyo en creer tener un escudo en el espíritu, para que me resguarde de lo venoso que es el amor a un insecto.
Ya nada es real, otra vez me equivoqué.
La reina de la oscuridad, buscará en el centro de la nada, profundos escondrijos.
Distraída por vicios obtendrá el fruto del desvío, y lanzará al divertido desequilibrio, hasta desaparecer su mundo.
Porque es el diablo lo que ella buscar amar, por la sola razón de ser el infierno lo que revelan sus ojos.

Eterna reina de la oscuridad que me atrae a su arañil trono. El diablo ya le pertenece.

Una desalmada.

Una desalmada gitana intentaba frenar mi caminata por el centro de la ciudad, y yo seguí, volvió a insistir diciéndome que solo era un minuto, en que no me iba a pedir plata. Al final giré mi cuerpo, y una vez estando frente al de ella para saber que es lo que quería, así podía seguir con mi paseo, estabilizó su mirada en la mía y como en un descuido, me profirió desgracias, en el trabajo, en la familia, en el amor. De sus dedos colgaban amuletos, pequeñas efigies, tótems, y colgantes con símbolos y formas que ignoraba totalmente.
Se acumuló en mi garganta una aborrecida acritud, por quel método malévolo de envilecer de tal manera a abatidas almas, para conseguir, o mejor dicho, sacar dinero a la gente.
Quedando nulo y sin palabras por aquella actitud, seguí caminando con la pesadumbre de saber que cualquier cosa, refleja a mi insalvada, y perecedera alegría de un día de sol, y por consiguiente, penitente, decente tristeza de saber que sigo siendo el mismo incrédulo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Laura, la primera.

La vista era inocua, casi inapresiable, la calle era demasiado angosta, y las edificaciones de enfrente lo suficientemente altas para no dejar apreciar el cielo, desde ese tercer piso la noche estaba deshabitada, y las calles de aquella estación ferroviaria regadas de papeles y colillas húmedas.
Era temprano para que el show comenzase, el lugar todavía aparentaba ser amplio, y la ventana me enseñaba a una de esas criaturas del sexo opuesto, no la distinguía con demasiada nitidez, pero sabía que era perfecta. La vi chiquita desde arriba y la contemplé un buen rato, de pronto, de donde estaba se movió y desapareció.
Me aburrí de esperarla, giré sobre un talón, y ya había mucha más gente de la que pude haber imaginado. Recorrí el lugar, fui al baño, volví a la ventana e insistí haciendo fuerza con los ojos para que volviera a aparecer, por más que ya no me extasiase ningún atrayente panorama.
La basura de la estación ferroviaria crecía como la noche, y volaba pestilente, empobreciendo algunas almas, alimentando a otras, para no sentirse ridículas mocedades hendiendo aquel submundista ambiente, centro de malogradas inspiraciones, enseñándonos que para ser artista hay que estar loco... caminé entre deidades femeninas, traspasando alucinadas ilusiones, y demás femenidades que ni por salvarme de pesadillas las tocaría con un palo.
Caminé sabiendo que detras mío brillaba la esclavitud del callado.
Mi amigo, con el que había ido, se encontraba tirado, sudoroso, tarareando canciones aguijoneantes, que servían para calmar a barbaries alcoholicas dentro del cuerpo. Fui a la barra por más alcohol, y al volver, lo vi hablando con un par de aquellas almejas que harían cualquier cosa por ser reinas en un mar simiente. Una de ellas no era otra que la chica que había visto desde la ventana. Actué de manera que no me caracterizaba, por suerte, con copa de plástico y sonriente, rápidamente fue como si todo hubiese estado predestinado, mi amigo con la más gorilona, y yo con ella.
Esto ocurrió hace unos cuantos años, y por supuesto, no recuerdo más detalles ni temas de conversación.

sábado, 28 de agosto de 2010

Filiación.

Estoy esperando acostumbrarme a tener un colmillo creciendo al costado de mi boca. Bajo mis manos para saber donde pueden estar mis dedos, es cierto, la perversión está en todos lados. Y nadie podrá juzgarme, ahora mi razonar brilla puro instinto. Porque estoy armado con garras, por los ojos puedo sentir el filo de las hojas de afeitar, es una intuición del dolor que hace frenar a mi cuerpo, paralizo a mis desagarrados dedos escupiendo sangre. Mi conciencia y mi soledad están trenzadas como vívoras.
Trenzadas como perras estan mi hipocresía y mi sinceridad.
No es indolencia, es el saber de mi filiación con el demonio. La razón por la cual mi piel se eriza disarmónica, desapasionada, a los prematuros aromas primarios, intensos frutos.
Tengo miedo de verte nuevamente.
Y los inmorales hablan del hombre frío. Que tiene el corazón tan tórdido como la piel del fuego que voló.

jueves, 26 de agosto de 2010

Fernando Reyes.

Al galope. Como a un insecto te embebieron alcohol puro, por poros amarillos y con lombrices, que jamás volverán a asomar sus cabezas, colmillos.
Tiempo atrás controlaste toros, salvajemente sorprendiste a caballos, más o menos fuertes, más o menos brillosos, más o menos diestros en acertar el golpe de la muerte.
Como primer arma, desde el inocente comienzo inculpable, hasta llegar al hoy, no fue la desconfianza, ni el viajar a remotos lugares que jamás volverán a la memoria, ni el haber aceptado sueños irreparables.
Solo con tus puños pudiste, podras defenderte.

Ahora lo único que deseas es que con sales te transporten a montes frutales, o retroceder en el tiempo. Para decirle a ese pibe, no pegues porque sí, solo hazlo cuando tus manos necesiten cantar sangre.
Cuantas historias almacenas en tu cuerpo, sos el viejo que se presenta con nombre y apellido, entre una bestial sonrisa, y la solidez de tus tejidos oscuros, de tanta luminosidad y calor.

Él es un castillo, sus extremidades son torres aguerridas, siempre con la vista fragante.
La fortaleza son sus hombros, y de sus puños salen fuegos perennes, que casi nadie ve.

Él es el viejo que siempre llega teniendo por historias puras patrañas, y se aleja rengueando por haber sido un rey.

Hipocóndrico.

Turbaré mis sentidos hasta estar triste, triste. Yo me siento suelto y en un estado de esencial belleza. Después de todo, la tristeza es la belleza más pura que tiene el hombre. Le hago frente al viento que persiste, agarrado a la nada, siempre que esté solo, estaré suelto para transmitir al otro una sensible enfermedad, con tendencia a la tristeza.
Porque hay que tener el ánimo muy ardiente, para desear llegar a viejo, por la sola razón de degustar la última gota de amargura vital. y como la vida nos enseña que la desgracia es aliada de la necesidad y de la miseria, compasivos, recordamos a desairadas noches, por más que hayan sido pocas, en las que hallamos visto a la ciudad falta de electricidad, reflejándonos siempre vampiresa, solemne y antigua.
Hay que cerrar todos los placards y armarios, de ahí viene un frío terrible a soledad que nos atormenta pensando en los demás, tranformando nuestro pensar en un infinito, unísono y llano arrinconamiento contra el abismo, del dormir al despertar, sentir a cada bocado como un castigo de continuar alimentando aquel mundo sin estrellas. Que todo se nos vuelve risible y tan satírico, que resignamos a nuestro espíritu de ver por belleza a aquel perro gris, pero gris de arrastrar el culo, de rascarse sarna hasta lamer carnalidad, de alimentarse de aquel que hace poco ladraba junto a él.
Belleza artística es verlo podrirse en aquella banquina y seguir, total, el infinito descampado ama a las moscas.

domingo, 22 de agosto de 2010

Mientras duermo.

Mientras duermo hay silencio, oscuridad. Mientras duermo un auto pasa por la puerta de mi casa. Mientras duermo un trueno suena más fuerte que otros dos, o más cerca de la ventana. Mientras duermo canta un gallo, sí, de noche. Mientras canta llueve. Truena y al igual que el cielo el gallo desespera. ¿Que raro, que otro animal canta? Se dice del delfín, los pájaros. Que raro que llamen canto a esos descuartizados gritos en medio de la lluvia. Los truenos lo acompañan, se acoplan. La tormenta detrás de la ventana es intensa. Llueve. Mientras duermo otro motor se eleva y vuelve a disminuir su sonido por la puerta de mi casa. Mientras duermo hablo inentendible, reclamo algo, con angustia, trato que me entiendan en el medio de la noche, es como una lucha contra mí mismo, en la oscuridad. El tiempo pasa, la noche transcurre, el gallo no vuelve a cacarear, llueve toda la noche, los truenos desde lejos explotan. Y otro auto acelera. Mientras duermo me muevo, me acomodo, no escucho a los truenos retumbar cerca de mi casa, no percibo relámpagos alumbrar la ventana de mi habitación. Tan antiguo como el cabalgar de un carrero es donde duermo, al mojarse, perdiéndose en la infinidad de un espejo retrovisor, de la noche. Mientras duermo no pasa nada, quizá porque no es sábado ni viernes, solo hay gente que duerme, gente que viaja de noche. Mientras duermo los colectivos comienzan su recorrido y más motores suenan, se cruzan, alumbran lluvia. Mientras duermo la noche no es silenciosa; los truenos, los gallos, el agua caer sobre toda intemperie y vehículos.
Mientras, duermo.

martes, 17 de agosto de 2010

En el dulce fuego.


Como a un gorrión por la lluvia de era mañana, me duele querer permanecer a tu lado simplemente para demostrarte mi sinceridad, callar para que creas que digo la verdad y además como un gorrión descariñado por la lluvia de esta mañana, me hundo en el colchón hasta que quede mi imagen en él. Suena inmenso pero no hay nadie más que yo en este lugar, y como un animal al que no la percibe, a la oscuridad no le temo.
El sol está llorando, porque develar el secreto que en otras épocas fue tabú, es verdad. Los sueños como trapos se dehilan, y me siento adulto porque ya no me escondo más.
Laberinto.
Cuerpo.
Llora.
Despierto.
Soplo.
Agujas.
Viento.
Ojos.
Desvaneciendo.
Volví a escuchar radios de casas vecinas, a pájaros de lejos sin poder diferenciar a sus alegrías de tristezas. Al atardecer la luz natural, cayó sobre las paredes hechas de ladrillos, y te vi al aire las piernas.
Todo el desamor que pueda sentir lejos está, por más que me desamore todo lo que hagas. Las flores de lejos son luces a las que podemos soplar como a velitas de tortas.
Fantasía de limón, tengo el corazón partido y estoy loco por decir: te amo.
Como un gorrión descarnado por la lluvia de esta mañana, sin darte cuenta quedaste toda la noche acurrucada en un rincón de la cama. Noche de licor.
Y hoy recuerdo que hablabas para no llorar, que reías para no besarme en el dulce fuego de la angustia.
Por un momento creí que se me caía la cabeza, no, digo la puerta. Fantasía de limón, mi alma pesa.

Bajo una estrella azul.

Vivo bajo una estrella azul, sobre un fuego verde. Por miedo o por odio no respondo de todas las noches que provoque el daño irreparable.
Tengo tanto tiempo para contemplar la llegada vespertina de las almas del amor, que luego me iré a dormir aureolado e ignorante como un angel.
Tu aire es tan triste que cada vez que te veo sonreír, quebras mis esperanzas de coronarte. Me hiciste tenerte asco, a partir de ahora me condenaras a amarte sin sentido. Domado por el mar, acostumbrado a ser libre y no poder destruir, por tus huellas de ida, distante mentirosa enfermedad de creer volverme loco.
Me recuesto en el sillón de pana, apago el velador, toco mi cara hasta sentir alegría. ¡Que contento estoy! Dilucidación, alucinación, condenación. Horizonte, cielo, mar. ¿Quién puede buscar mayor exuberancia existiendo semejante inmensidad?
Sos un animal que va largando ese olor, me va a ayudar a no temer ser comido por las aves, a definir al delito como un acto de noble necesidad.
Embravecidas nubes blancas en el cielo negro, sigo siendo humano por más que aborrezcan las marcas que deja la nebulosa, viajera arena al ras de mi piel.
Perdona, no puedo hacer otra cosa que no sea mundano. Estoy preso en el mundo, listo para ser deshumanizado. Y anormal.

sábado, 14 de agosto de 2010

Un dardo.


Como a un tren de pasajeros veo al de carga, y lo saludo.
Me gusta sentir las despedidas y el roce de las puntas de los dedos que jamás volverán a tocarse. Es tan sabido lo deleznable y poco duradero que es todo, que chispas de exultación saltan por todo mi pecho, y por la planta de mis pies. Gozo cada vez que doy una media vuelta, y comienza a ser mi espalda la que se encarga de decir hola por siempre.
No es que tenga al espíritu falto de gracia, o tan insípido, como para no reconocer la diferencia entre una catedral, y un bajo nivel para que cruce el tren.
Yo no tengo espíritu, es por eso que me sorprende la manera en como soy ahora, nunca imaginé que la gente pudiera recibir tantas dichas por noche y yo solo mirar, no, no confieso nada, es solo la realidad, el poder... el poder de desilusionar. Llegué demasiado lejos, jamás tendría que haber salido de casa.
Con la sangre borracha aborrezco, odio y río, atravesando inviernos, de noche, en tu casa, por bares, o en cualquier estación ferroviaria; haré crecer mi panza hasta que regocijantes rollos cubran a mi ombligo y enjabonarme, y gritar con los brazos extendidos. Y buscar lo puro con dardos en la mirada serca mi pertrecho.

Total, ya me acostumbré a estar cercado, vedado por la ley de esta vida, por no ser perro.

miércoles, 11 de agosto de 2010

A la cariñosa.


En la mitad de un trago, en la mitad de tu mirada, sin saber para que lado es el correcto, en la mitad del camino, de una herrumbrada vía, quizá, donde los durmientes son cubiertos por silenciosos vientos, en la mitad de mi vida, quizá, en la mitad de la nada. Una palabra incompleta, incorrecta, y el silencio de un sorbo de vino, de tus párpados al bajar, de unas cuantas vulgares, pero hermosas flores que guardo bajo las axilas. Estrellas azuladas.
El finalizar un disco me hace temblar, y únicamente tus labios al temblar me dirán lo que piensas. Luego de cuantas reverencias, deshonras, penitencias, burlas, cuantos sacrificios enjuciables deseas, para decirme la verdad.
Con los dedos, la sonrisa, y la intención de seducirte, momificado. Mi corazón es un cautiverio de adrenalina, indolentemente eterno, para siempre diluvioso carmesí.
Por ventanillas nocturnamente cegadas, sin importar el destino, ni la hora, campos o ciudades. Seguiré buscando a la cariñosa que me acompañe. Con los pies inutilizables por calientes ampollas, con espinas, o vidrios de botellas rotas. Con la templanza abominable y dientes amarillos, seguiré buscando a la cariñosa.
A aquella que sepa sedarme, hasta que amaneceres frente al mar sean nuestra única alba inexistinguible. Y nunca, jamás vuelvan a temblar nuestros huesos.
Por siempre a la cariñosa, solo ella no cesará de construir la dosis necesaria. Será como viajar en avión, en tranvía, en naves interplanetarias, por laderas nebulosamente rojizas, hendidas por el sol, apartando toda opacidad, con la mira en la transpiración que unifica nuestras manos.
Buscando a la cariñosa, que sea aquella que sepa interpretar un cuarto de siglo, un pasado fortuito, y un presente con menos gracia que despertar calzando por semblante una incandescente espada por mirarla.
A la cariñosa la comeré, para aprender a moderar a la cautivosa adrenalina de mi corazón, para aprender a moderar silenciosas palabras, para sentir en mi paladar el elixir de la dosis necesaria, para aterrizar sedante como una pluma.
Mientras ella me acompaña.

miércoles, 4 de agosto de 2010

El anden.

Un reloj,tachos de basura, columnas pintadas de naranja, asientos de cemento, puestos de panchos, máquinas que con una moneda se obtiene gaseosas pero que casi nadie usa, palomas, vendedores, ambulantes, suciedad, cabezas, blancas, calvas, femeninas, ancianas, masculinas, con gorros, obreros, damas, señoras, señoritas, blancas, esbeltas, estudiantes, ese techo está hecho para la eternidad, como los subterraneos, túneles maravillados por ratas, lauchas, cucarachas que tiemblan al pasar cada subte, otro túnel, hacia otra estación, aquí abajo se detiene el tiempo, excepto para los pasajeros que solo piensan en obligaciones, y en que ya llegará el día en que todo se vendrá abajo y morirán los puestos de diarios, y los carteles de la presentación del circo que viene desde Moscú.

Tan cerca de las paredes, tan rápido, en las puertas, claridad, oscuridad, claridad, oscuridad.

Boleterías, mendigar, embarazadas, despeinadas, me mirró la puta, tan pura, a esta hora es mucho más triste, alejémonos de las luces, dejemos atrás a la ciudad, sus perros callejeros y niños jugando a las bolitas.
Al lado del linyera nadie se sienta, tiene cáscaras en las piernas, a mí me da asco pero ahí estoy, sentado al lado de él, para demostrarle quie no está solo, trato de no respirar.

H dice todo que si.


Miraba, percibía por ventanillas rápidos temores, sucumbían a sus inquietas pupilas flashes nocturnos en pleno día, atroces manos con dedos gigantescos arañasgueaban con cada parpadeo más y más ligero. Descoloridas visiones lo deslumbraban, y bailaban veloces venas por sus piernitas adormecidas, todos pedaleaban desde el perdido calor de cada asiento, y él calculaba inquietantes llegadas imaginarias, dejándolas pasar. El tiempo se escurría tenso como cuerdas de ascensores de hace cien años. Subía, avanzaba por desconocidos lugares, creía llegar a miradas serias como después de haber jugado con risueñas cicatrices abiertas, entre renqueos quejumbrosos.

Consideró que lo más apropiado era seguir viaje.