miércoles, 4 de agosto de 2010

El anden.

Un reloj,tachos de basura, columnas pintadas de naranja, asientos de cemento, puestos de panchos, máquinas que con una moneda se obtiene gaseosas pero que casi nadie usa, palomas, vendedores, ambulantes, suciedad, cabezas, blancas, calvas, femeninas, ancianas, masculinas, con gorros, obreros, damas, señoras, señoritas, blancas, esbeltas, estudiantes, ese techo está hecho para la eternidad, como los subterraneos, túneles maravillados por ratas, lauchas, cucarachas que tiemblan al pasar cada subte, otro túnel, hacia otra estación, aquí abajo se detiene el tiempo, excepto para los pasajeros que solo piensan en obligaciones, y en que ya llegará el día en que todo se vendrá abajo y morirán los puestos de diarios, y los carteles de la presentación del circo que viene desde Moscú.

Tan cerca de las paredes, tan rápido, en las puertas, claridad, oscuridad, claridad, oscuridad.

Boleterías, mendigar, embarazadas, despeinadas, me mirró la puta, tan pura, a esta hora es mucho más triste, alejémonos de las luces, dejemos atrás a la ciudad, sus perros callejeros y niños jugando a las bolitas.
Al lado del linyera nadie se sienta, tiene cáscaras en las piernas, a mí me da asco pero ahí estoy, sentado al lado de él, para demostrarle quie no está solo, trato de no respirar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario